Estoy convencido que muchos inversores, cuando invierten en un fondo de renta variable (vamos a poner el ejemplo de un fondo de acciones chilenas), lo que pretenden es confiar su dinero a un gestor profesional que sea capaz de obtener una rentabilidad superior al índice de referencia (el índice de la Bolsa de Santiago en este caso), porque para eso, argumentan (y tienen razón) pagamos unas comisiones de gestión.
Algunos inversores, pero no son mayoría, hay que admitirlo, simplemente pretenden seguir la evolución de ese benchmark y apuestan decididamente por un fondo de gestión pasiva o un ETF referenciado a ese índice. También tienen en mente que para lograr el objetivo de superar al IPSA el gestor tiene “libertad de movimiento” para apostar por aquellos valores que él considera que pueden ofrecer la mayor relación rentabilidad-riesgo.
La realidad del mercado nos muestra una imagen muy distinta. La mayoría de fondos de renta variable muestran una evolución muy pegada al índice de referencia. Por ejemplo, en el caso de los fondos de acciones chilenas, la correlación entre la media de la categoría y el índice de la Bolsa de Santiago alcanza la espeluznante cifra del 99% en estos últimos 3 años. Dicho de otra forma el conjunto de la industria (centrándonos, repito, en los fondos de renta variable chilena) es casi una réplica del IPSA.
Pero, ¿una buena o una mala réplica? A bote pronto podríamos decir que, a pesar de todo, la media de los fondos de acciones chilenas consigue batir al IPSA. En estos últimos 3 años, la media de la categoría ha conseguido un retorno del 12,5% anual frente a casi un 10,7% para el índice de la bolsa de Santiago. En los últimos 5 años, la diferencia se amplía: la media de los fondos gana un 18,8% frente a un 15,8% para el índice.
Pero en muchos casos los gestores no cumplen con los deseos de los inversores. Hay varias posibles explicaciones a este hecho. Me quedo con una en particular: el miedo a desviarse demasiado del índice de referencia. Construir una cartera muy distinta del benchmark tiene, evidentemente, su riesgo. Si uno se equivoca, sale descaradamente mal en la foto de los rankings y peligra su puesto de trabajo. Pero también tiene su premio. Hay algunos estudios, como el de los profesores Cremers y Petajisto de la Yale School of Management, que demuestran que a largo plazo (los profesores analizaron las carteras de los fondos de acciones americanas desde el año 1980 hasta el 2003) los fondos con el mayor “active share” eran los que más habían batido a sus índices de referencia.
El active share, que podríamos traducir como participación activa, calcula la medida en que un fondo se parece a un índice en cuanto a los valores presentes dentro de su cartera (un fondo que tuviera exactamente los mismos valores que su índice de referencia tendría un “active share” respecto a este índice igual a 0 y un fondo que no tuviera ningún valor del índice tendría un “active share” de 100). Los profesores también mostraron que aquellos que apenas se desviaban del índice, a la larga obtenían peores resultados que el índice.
En definitiva, la conclusión es clara: si pretende batir al índice de referencia, elija un fondo que se desvíe de ese índice… y si es posible que tenga bajas comisiones, añadiría.